Comentario histórico-artístico especial: "Las rosas de Heliogábalo" (1888) de Lawrence Alma-Tadema
¡Bienvenido a El gabinete del artista!
En la anterior publicación escogí una curiosidad respecto a la iconografía cristiana en el arte, pero hoy me centraré en una parte más práctica de la historia del arte: el comentario de una obra.
Este comentario lo catalogo como "especial" puesto que se trata de la obra que aparece en el banner de este blog. Cada cierto tiempo, sustituiré el banner por uno nuevo y como consecuencia analizaré la obra que en él aparece para cualquiera que esté interesado en ella y no la conozca. No obstante, también comentaré otras obras relevantes o interesantes dentro de la historia del arte.
¡En el día de hoy analizaremos Las rosas de Heliogábalo de Lawrence Alma-Tadema!
Comenzando con el autor, Lawrence Alma-Tadema (1836-1912) es un pintor holandés perteneciente al academicismo. Realizó sus estudios en la Academia de Bellas Artes de Amberes entre 1852 y 1857 y, tras su luna de miel en Italia en 1863, fue cuando adoptó la Antigüedad clásica como la principal temática de sus obras. Sus obras clásicas se verán altamente influenciadas por sus vastos conocimientos en el campo de la arqueología, la arquitectura y el arte clásico, permitiéndole retratar multitud de escenas de la Antigüedad con gran lujo de detalles pero adaptadas al gusto victoriano.
Sigamos con algunos datos básicos de esta pieza. Nos encontramos ante un óleo sobre lienzo con unas medidas de 132,7 x 214,4 cm, creado en 1888 por Lawrence Alma-Tadema. Como el título indica, el tema principal retratado se presupone como un episodio ficticio ocurrido durante el reinado del emperador romano Heliogábalo, similar a los escritos en la Historia Augusta. Este episodio ficticio relata cómo, durante una fiesta organizada por el emperador, éste decide arrojar pétalos de rosas sobre sus invitados exhaustos y borrachos, terminando por asfixiar a algunos de ellos.
Si observamos la obra, se trata de una composición que se divide claramente en dos planos. En el primer plano predominan los tonos rosados de los pétalos de rosas, que ocultan casi totalmente a los invitados que descansaban durante la fiesta. Los escasos rostros que se localizan entre los pétalos presentan expresiones de disgusto pero contenidas, característica ya presente en el previo neoclasicismo. Los únicos dos personajes que consiguen evitar el mar de pétalos son un hombre y una mujer ubicados en la parte inferior derecha de la obra, donde el hombre observa a los invitados del segundo plano y la mujer observa directamente al espectador con expresión serena.
En el segundo plano, diferenciado por una estructura arquitectónica clásica, se ubican varios invitados que, sentados alrededor de una mesa, observan con expresiones divertidas la escena en primer plano. La arquitectura que los rodea es de un realismo exquisito, denotando la fusión entre arte clásico y el gusto victoriano por los mármoles rojos y verdes, poco frecuentes en la Antigüedad. Otros elementos artísticos clásicos son visibles en este plano, como la escultura de bronce de posible temática mitológica.
Todos los personajes, tanto en el primer plano como en el segundo, son jóvenes y de belleza clásica, y visten a la romana con túnicas de diversos colores y coronas de laurel y flores. Entre estos, es posible que el personaje central que sostiene una copa en el segundo plano se trate del propio Heliogábalo, ya que denota una mayor edad que el resto de los invitados.
Esta obra resulta una de las más relevantes de la producción de Tadema, ya que es una de las piezas cumbres de su período de madurez artística. Prueba de ello es la magnífica contraposición de emociones en la obra, donde la diversión y alegría de los invitados y el anfitrión surge de la angustia de aquellos sofocados bajo los pétalos, dejando ver que no todo es como parece ser a primera vista.
Obras como esta son prueba de la tendencia artística de la época, que se encontraba a medio camino entre el neoclasicismo y el romanticismo, originando obras de temática clásica de cierta seriedad pero sin la intención de mostrar valores civiles. Con esta composición es posible también comprobar y entender las características del academicismo, definido como una "sujeción al espíritu y técnica de la tradición artística, generalmente aceptada, que se simboliza en las academias". Es decir, se considera arte academicista a aquél que sigue el canon y características estilísticas aceptadas en instituciones de arte tradicionalmente. Conociendo su base, es sencillo reconocer los principales rasgos de esta corriente: la racionalidad implícita en una técnica fina ya utilizada en el neoclasicismo, el perfeccionamiento técnico que limitaba las obras a ciertos patrones aceptados por la academia, una falta de originalidad debido a la limitación académica, y la idealización predominante en los personajes.
Todos estos rasgos pueden provocar que obras como Las rosas de Heliogábalo se confundan con obras neoclásicas. Sin embargo, es importante tener en cuenta la luminosidad y colorido presente en la obra que se diferencia totalmente de las tonalidades apagadas y serias típicas del neoclasicismo.
A pesar de la escasa fama de este artista en la actualidad, comporta una figura muy importante en el academicismo del siglo XIX, con varias obras exquisitamente realizadas y de gran valor artístico e histórico. Por supuesto, Las rosas de Heliogábalo no es una excepción y resulta una obra magnífica para su observación y estudio.
¡Hasta aquí este comentario! Espero que te haya resultado interesante, te animo a buscar más obras de Tadema y a investigar sobre este maravilloso artista.
Si tienes alguna duda o sugerencia, por favor escríbela en los comentarios o contacta conmigo a través del formulario en la barra lateral.
¡Hasta pronto! ✨
Fuentes: El Criterio - Las rosas de Heliogábalo (1888)
Historia/Arte (HA!) - Las rosas de Heliogábalo
Museo Nacional del Prado - Alma-Tadema, Lawrence
Bango Torviso I. G., Muñoz Párraga M. C., Abad Castro C., López de Guereño Sanz M. T. (2017). Diccionario de términos artísticos. Madrid: Sílex, p. 5.
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